La lucha contra el hambre
Hace un tiempo quería escribir sobre ella; la lucha en la que todos los colores, las razas, y las religiones, deben jugar en el mismo frente, la lucha que no hemos luchado, que hemos tratado de esconder con inversiones insuficientes. La lucha contra el hambre. El hambre que lleva a miles de niños a reemplazar la voz de un profesor por el ruido de un semáforo, que lleva a muchos a disfrazar al basuco y el vicio de comida para sobrevivir. La misma que genera cementerios en el choco, y encamina a miles de colombianos hacia la delincuencia. El hambre que cada año causa la muerte en Colombia de más de 5 mil niños, que daban sus primeros pasos en la vida y ya se estaban despidiendo.
El desafío de acabar con esta tragedia no tiene plazos. Es difícil pedirle a una persona que deje de cometer crímenes cuando tiene a sus hijos, sus hermanos, o su mama muriéndose de hambre en una esquina. No es comulgar con la ilegalidad, ni justificarla, pero seamos realistas, el crimen va subsistir mientras el primer pensamiento al amanecer de 8 millones de Colombianos (según estadísticas el numero de indigentes en el país) sea que no pudo comer ayer ni tiene con que comer hoy. Mas allá de que la lucha guerrillera sea terrorista y falsa, la verdad es que “sobrevive” porque a muchos de sus combatientes (¡no los jefes aclaro!), no los seduce la crueldad y hostilidad de la selva, sino los empuja a unirse la necesidad en las ciudades y campos al no tener con que comer.
La inversión en el sistema educativo, por ejemplo, es necesaria y debe incrementar, pero será insuficiente mientras 17 de cada 100 jóvenes y niños en Colombia vayan a estudiar, literalmente, con estomago vacío. ¿Será que la cátedra de su profesor no se vera opacada por la falta de algo de comer?
Seria tonto negarlo e ignorarlo. Seria absurdo ponerle color político a la importancia de esta lucha. La necesidad inaplazable de empezar realmente ha acabar con el hambre en Colombia no es tema de derecha, izquierda, o centro. Es un compromiso político y civil que todos debemos asumir, y una cruzada a la que se deben unir gremios y ciudadanos voluntarios. Las universidades deben ponerse en función de luchar contar esta dolorosa realidad. El campo, la agricultura, deben ser lo mejores combatientes para acabar con ese sufrimiento. En Brazil esta el magnifico programa de primera línea para su gobierno: “Brazil Fome (hambre)
Hace unos meses, cuando entreviste al Sr. Alcalde de Bucaramanga, me dijo que había logrado con su equipo mejorar radicalmente el programa de alimentación gratuita. Ojala esto no sea pan de un día, y dejando la indiferencia atrás acabemos con este padecimiento que juega como llave maestra de sus afectados para abrirle las puertas al crimen. vocesdebucaramanga@gmail.com su espacio
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